jueves, 4 de abril de 2013

LA LOGSE, UNA ESTAFA A LA ENSEÑANZA




Fueron los socialistas quienes se “cargaron” la enseñanza mediante la promulgación de ese engendro denominado LOGSE que por desgracia ha creado una generación de  analfabetos funcionales en este país.
Un reciente estudio ha venido a recordarnos un dato casi olvidado por de sobra sabido: el 44 por ciento de los jóvenes universitarios no acaba sus estudios; el 25 por ciento, abandona la carrera el primer año. ¿Imaginan alguna empresa o actividad con un índice igual de fracaso? ¿Calculan las convulsiones que ello supondría, las cabezas que rodarían? ¿Creen que podría seguir la empresa así durante décadas, con los mismos resultados desastrosos y sin cambiar nada, o, peor aún, reforzando las líneas de actuación que llevan al cataclismo? Pues todo eso que resulta inconcebible en el mundo real, sucede impasiblemente y con total impunidad en el ámbito de la enseñanza.
Este fracaso reiterativo constituye, pura y simplemente, una estafa. Una estafa en lo colectivo y en lo individual. En lo colectivo porque son miles de millones de nuestros impuestos los que se emplean en pagar aulas, becas y profesores para tan pésimos resultados. En lo individual porque son muchos los años que echan los estudiantes en las clases; muchas las ilusiones que ponen sus familias, bastantes los dineros que detraen de otros destinos. Todo ello para llegar a la universidad y descubrir que han sido tan mal preparados para el esfuerzo como un aspirante a atleta de competición al que se le hubiese convencido de que para obtener los mejores logros, no hacía falta entrenamiento ni esfuerzo alguno, y que era suficiente con ver vídeos de deporte y sentarse (eso sí, vestido con atuendo deportivo caro) en las gradas del estadio.
Porque ese fracaso multitudinario ha venido gestándose a lo largo de la Enseñanza Secundaria y del Bachillerato, a través de los cuales se ha ido preparando al alumno para incapacitarlo a la hora de la verdad. 
Esa estafa colectiva fue programada de forma minuciosa y sistemática por una filosofía educativa roussoniana que se consagró en esa ley reaccionaria que fue la LOGSE y las sucesivas interpretaciones de los detalles de la misma. A través de ello, se ha acostumbrado al alumno a entender el aprobado y la promoción como un derecho (y no como la consecuencia objetiva de su trabajo) y se han eliminado las prácticas y los conceptos de trabajo y responsabilidad. Al mismo tiempo se ha sembrado un pernicioso discurso teórico que entiende la actividad escolar en términos de juego y entretenimiento, que explica los suspensos en virtud de la incapacidad de los profesores o de la falta de adaptación de los programas, y que conceptúa cualquier esfuerzo de los alumnos como excesivo. Ese discurso, bien conocido de padres y de alumnos, se complementa con medidas burocráticas y parajudiciales  que ponen en manos de los alumnos y de sus familias medidas de presión a fin de conseguir la ejecución práctica del derecho teórico al aprobado. Si se añade a ello el que ante los escasos instrumentos de control en la clase, el profesorado opte por regalar los aprobados a los alumnos conflictivos, a fin de darles puente de plata, habremos acabado de entender la poderosa panoplia de mecanismos que hemos creado para expulsar de las clases (o, al menos, rebajarlas a su mínima expresión) las nociones de esfuerzo y responsabilidad, y la correspondencia de éstas con la calificación final. 
Así, es de ver la sorpresa de muchos alumnos «preuniversitarios», ya, según la antigua denominación, cuando se les apremia con exigencias y cuando comprenden que «de verdad, de verdad» (es decir, a finales de curso) pueden ver vulnerado lo que entienden como su derecho subjetivo al aprobado. De este modo, lanzamos a la vida real (a la Universidad) a muchachos/as a quienes hemos convencido de que el aprendizaje se realiza sin esfuerzo y a quienes no hemos inculcado el hábito del trabajo y el valor de la responsabilidad individual. Es decir, hemos convertido la Enseñanza Secundaria y el Bachiller en un mundo de ficción, en el que aislamos a los alumnos de la realidad y les hacemos creer que éste, el mundo en el que se atan los perros con longanizas, es el mundo real. 

Y no es necesario subrayar que si esa estafa es general para todos los alumnos, lo es más para aquéllos cuya familia tiene una menor dotación cultural de relación con el mundo o posee menos dinero para sostener en los estudios superiores a sus hijos durante años, contra viento y marea. Es decir, que esa enseñanza es un pésimo instrumento para ayudar a la promoción de los que tienen menos o, lo que es lo mismo, es un magnífico instrumento para consagrar la desigualdad.
Lo dijo en su día el señor Maravall: «Como los hijos de los obreros van a repetir, por lo general, la profesión de sus padres, ¿para qué angustiarlos durante el tiempo que permanezcan en la enseñanza obligatoria? Dejémoslos que sean felices y jueguen». El ministro Maravall, ya saben, el padre junto con el PSOE de esa ley básicamente reaccionaria que fue la LOGSE. Así nos ha ido desde entonces, solo hemos conseguido estropear un generación de jóvenes.

2 comentarios:

  1. te recuerdo que esa generacion de la logse es la que ahora buscan en otros paises como bien preparados...

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  2. Es que cuando me refiero a esa generación de la LOGSE lógicamente siempre hay quien se salva por diversas circunstancias. Además lo de "bien preparados" es un mito mediático. En esa generación hay gente bien preparada como pudo haberla en la tuya o en la mía.
    Yo viví de cerca el fracaso escolar de esa generación LOGSE ya que estuve en una Escuela Taller, última oportunidad que se daba a l@s chaval@s que ya habían fracasado bien en el bachillerato o en la FP. El fracaso continuó ya que el sistema de enseñanza era una "filfa", además sin dar lugar a completar el ciclo formativo las empresas se los llevaban con una rapidez inusitada sobre todo a los de albañilería, y los chavales en vez de estar estudiando y cobrando una pequeña cantidad se iban sin formarse a cargar carretillas de arena y cemento, eso si, cobrando entre 1.500 y 3.000 euros. Estábamos en la maldita época del boom inmobiliario al que si soy sincero también se puede llamar LOGSE II. Para mi también influyó en la falta de no ya formación integral sino de cultura actual.
    Julio Martínez

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